NOEMÍ SANCHÍS. DECANA DEL COLEGIO DE ARQUITECTOS DE HUELVA
"No estamos para poner trabas, sino para que nuestro conocimiento sea utilizado"
Quiere desterrar la imagen del arquitecto entrometido y busca soluciones simples a problemas complejos Pide algo tan sencillo como que se les consulte antes de llevar a cabo una obra.
Lleva apenas una hora de sueño y a la hora de analizar el entorno en el que se mueve, apenas se le nota. De voz suave, pero afilada, mezcla la reivindicación con el hastío por tratar de hacer cosas en beneficio de una sociedad de la que forman parte. Busca una ciudad mejor, con sensatez, con sentido común y sin necesidad de presupuestos de antes de la crisis. Si la dejan, lo conseguirá con toda seguridad, o al menos, quiere intentarlo.
-Supongo que su profesión, contra lo que pueda parecer, también ha sido golpeada por la crisis.
-No sólo por la crisis, sino por el imaginario social, porque hay una imagen del arquitecto que no se corresponde con la realidad. Hemos aportado mucho al país, como todos los que se han dedicado honradamente a este sector. Lo que pasa es que hay muchos especuladores por medio. Nos ha cogido una crisis financiera y en cuanto se terminó la financiación y la capacidad de ahorro, a la vez se ha cerrado la salida al exterior de las empresas.
-Además les culpan de todas las barbaridades que se han hecho.
-Hombre, todo el mundo es responsable de lo que hace, con las luces y las sombras, pero esas barbaridades las autorizan los políticos y quienes las ejecutan. Lo que sí estoy en contra es de los especuladores. Quien trabaja poco a poco, aporta mucho y quien quiere especular y se lo consienten, que carguen con la culpa, así como los mismos propietarios que han comprado para especular.
-¿Qué es lo que siente cuando se escuchan críticas a su labor?
-De esos hay en todas las profesiones. Hay muchos arquitectos dentro y fuera de España que hacen obras maravillosas, con capacidad para crear espacios y sensaciones extraordinarias y que no están en esas historias. No se puede evaluar a toda la profesión por algunos casos concretos.
-Tienen una desventaja y es que sus obras quedan.
-Entre los arquitectos hay muchas especialidades y una temática amplísima que nos permiten intervenir en muchos campos. No es justo calificar a una profesión porque no te gusta un edificio, a pesar de que hay modas que parece obligatorio seguir para aparecer en revistas internacionales.
-¿Cómo está la profesión en Huelva? ¿Se nota esa salida de la crisis, por ejemplo en los visados de obra nueva que pasan por sus manos?
-Somos los primeros que nos damos cuenta. Con los visados sí se nota, aunque los cambios legislativos han eliminado la necesidad de esos visados. El problema es el movimiento económico de esta ciudad y de la provincia, que es muy limitado. A pesar de la capacidad y potencialidades que tenemos, la carga poblacional es baja, las inversiones públicas y las infraestructuras son limitadas.
-Fresa, turismo e industria.
-Bueno, fresa bien, pero turismo e industria les queda mucho por hacer para ser competitivos. Si queremos ponernos al nivel de otras provincias, hay mucho que hacer.
-Y mientras tanto los políticos peleados entre ellos y sin Gobierno.
-Se ha notado mucho, tanto en el colegio como en los estudios. A finales del año pasado comenzaron a llegar peticiones de presupuestos e inversiones de otro calado con proyectos en firme y a pesar del optimismo que daba a la profesión; de repente se paró porque el Gobierno estaba en funciones y seguimos con él. Las inversiones se van fuera y las que se quedan están en un mar de incertidumbre. Esa situación es necesario que se resuelva, pero requiere una generosidad que no es previsible que se produzca. Es una tomadura de pelo.
-¿Les tienen en cuenta los políticos a la hora de llevar a cabo proyectos en la ciudad?
-Depende. Como hemos tenido un año con tantas elecciones, aquí llaman todos los partidos. Llega un momento en que, después de hacer muchas propuestas e iniciativas, a pesar de nuestra modestia, razonables, que se han trabajado mucho con la sociedad y los vecinos, te vuelven a llamar en cada convocatoria. Los exponemos y cuando toca foto, es entonces cuando me enfado y la rechazo. Colaboramos con todos, pero si se interesan por nuestros problemas y trabajan con nosotros, no hay problema, pero suele pasar que esas iniciativas se quedan en sus mesas.
-¿Y siguen haciéndolo?
-A algunos, no voy a decir siglas, les he llegado a mostrar su propio programa electoral. Se lo quedan mirando y reconocen que no se lo han leído. Yo sí me los leo y no hay ningún renglón sobre lo que hemos hablado muchas veces.
-Por ejemplo, en la última obra importante inaugurada en Huelva, el Paseo de la Ría. ¿Les consultaron a ustedes algo?
-Hemos tenido muchas reuniones con el Puerto, con Manuela de Paz y con Javier Barrero. Pedimos la documentación y no se nos da ninguna, simplemente a título informativo, cuando está todo gestado. Es muy desagradable porque después es muy complicado después modificar un proyecto una vez que está licitado.
-Es decir, que el Paseo de la Ría no les gusta.
-El Puerto ha hecho un gran esfuerzo por darle un espacio a la ciudad que necesitaba, pero que cuando uno regala algo, es conveniente preguntar. Cuando la ciudadanía participa en un proyecto, se hace de todos, es más gratificante. El Paseo tiene sus cosas positivas, pero hay muchas barreras. Necesita más permeabilidad, la visual desde la carretera al agua se ha eliminado. Los espacios que se abren a la Ría están con muchas pérgolas, el muelle de Río Tinto ha perdido su perspectiva con las farolas y la vegetación. Lo que allí se ofrece al ciudadano es muy pobre, con quioscos muy pequeños. ¿Por qué no pueden los onubenses disfrutarlo como ocurre en Barcelona?
-¿Por qué no les consultan a ustedes antes?
-Es su manera de actuar. Por ejemplo, en este caso, se hicieron propuestas para abaratar los costes, con las pérgolas del final del muelle, o los tapices vegetales de otro tipo, o las barandillas que son escalables y los niños pueden trepar o cuando caen al agua, no hay elementos para poder salir. Son elementos básicos de seguridad que ese proyecto no cumple, porque sólo ha sido revisado por los técnicos del Puerto, algo que es legal, por otro lado. Si hacemos sugerencias, no es porque queramos entrometernos. No queremos ni que digas que son nuestras, no tenemos ningún afán de protagonismo.
-Por el PGOU ni le pregunto...
-Hace dos años hicimos una iniciativa, un concurso de ideas que serviría de reflexión para el Plan General. En ella se incluían espacios más pequeños, sencillos de intervenir y con presupuestos limitados que mejoraban la calidad de vida de los ciudadanos. Se les repartió a todos los grupos políticos. No se incorporó nada de nada. Los técnicos municipales están desbordados, pero las decisiones son políticas y frenan inversiones necesarias. Es muy difícil explicarlo y que se repite constantemente en todos los sitios.
-Con el plan del Ensanche la ciudad se la está jugando.
-En ese espacio y en muchos otros, en la zona industrial, en la estación de tren. Lo que sí quisiera transmitir es que los técnicos no somos una traba y las instituciones como ésta están para ser utilizadas con nuestro conocimiento y experiencia, con más de 400 técnicos a su disposición. Es nuestra fachada, con unos volúmenes impresionantes en los que entran además los derechos de los propietarios. El sistema es devastador.
-Eso también hace tirar para atrás a las inversiones.
-La tramitación es tediosa y cuando te las aprueban en un sitio, las tumban en otro porque ni dentro de la misma administración se ponen de acuerdo. Da igual en Huelva, Sevilla o Madrid. Hay que pedir más coherencia y flexibilidad a la hora de gestionar. Por ejemplo, con la cárcel, es un sistema general y en ellas no se pueden intervenir con inversiones privadas. Hay cosas muy sencillas de resolver.
-Y mientras tanto, la antigua cárcel está a punto de venirse abajo.
-El edificio se va a caer. Y si hablamos del casco histórico, o de la Inspección Técnica de edificios (ITE)...
-Es otro de otro de los asuntos pendientes.
-Hay ciudades donde las licencias están subvencionadas en los cascos históricos en los edificios catalogados. En Huelva, quien tiene uno está discriminado, sin capacidad de financiación y tiene que mantenerlo. Hay que poner herramientas encima de la mesa para facilitar la conservación del patrimonio porque si no se pierde.
-¿No cree que la peatonalización le ha sentado bien al casco histórico?
-Ha sido muy importante, ha mejorado la calidad de vida, no sólo de quienes viven allí, sino de todos. Tiene su cosas que corregir. La convivencia con los coches es complicada y hay lugares en los que los niños creen que están seguros y los coches pueden aparecer. Sería muy sencillo de corregir, con iniciativas desde San Pedro a Santa Fe, o colegios que no tienen salidas, o el conservatorio, donde no hay lugar para aparcar y bajar un instrumento grande y al lado hay aparcamientos de la Policía Local. No costaría tanto reservar cinco plazas para carga y descarga. Lo mismo ocurre en la estación de tren, que es un embotellamiento constante. Son medidas muy sencillas, de sentido común.
-¿Por ejemplo?
-Con el sentido del tráfico en algunos lugares, o premiando a quien haga la ITE, no castigando a quien no la haga. No es tan complicado. Lo que ocurre es que eso cuesta votos. Una comunidad que no tiene dinero, no lo va a hacer nunca. Hicimos un pacto social por la construcción, lo llevamos a Sevilla, a Madrid. No se ha materializado.
-Lo mismo ocurre con el patrimonio histórico.
-Tanto en superficie como subterráneo. Lo que tiene Huelva comparado con Itálica es mucho más importante y se podía poner en valor desde un punto de vista turístico. Eso sí, para otros temas culturales sí que hay dinero, porque son más populistas.
-¿La veo cabreada?
-Es que todo esto lo digo en las mesas de los políticos y llevamos cuatro años con ellas y ni caso. En un momento como el que vivimos, el político tiene que hacer frente a un endeudamiento tremendo. Hay medidas que no son difíciles y que no se toman. Los ciudadanos estamos esperando que se pongan a trabajar. Estoy aburrida ya; es un hastío.
-La rehabilitación es un tema que sigue pendiente, entiendo.
-Hay que revisar los catálogos. Olvidarse de las sanciones, con métodos más creativos. No se puede sólo recortar, sino generar también. Lo que ocurre es que en esas mesas donde nos convocan no hay manera. ¿Cuántos locales se abren y se cierran a los tres días? Un promotor se puede tirar un año y medio esperando una licencia y cuando está se ha ido.
-Me da la impresión de que su visión de la clase política no es modélica precisamente.
-Hombre, los hay muy comprometidos y con muchas responsabilidades y pocos medios. El problema es que por mucho que se impliquen, los partidos les obligan a tirarse los trastos a la cabeza, cuando si trabajasen juntos, lo harían mejor para todos. Si nosotros, los arquitectos tenemos mala imagen, no le digo nada los políticos.
-Usted tiene despacho en Madrid. ¿Se ven allí las cosas de otra manera?
-Los comportamientos se reproducen. Allí la economía y la iniciativa se mueve a otro nivel, genera más optimismo en los empresarios y en la sociedad. Hay mucho más patrimonio y aquí cada vez hay menos, porque tienen más instrumentos para conservarlo.
-Tenemos que entender que la ciudad es una habitación más de casa.
-El espacio público es de todos y hay que tener una visión más global de las cosas. No se puede permitir que se vea normal que se caiga un trozo de cornisa.
-Este edificio de la sede, es una buena prueba de ello.
-Mejor o peor, con las críticas a las ampliaciones, o los elementos estructurales. Cuando uno se implica, se consigue.
-También se implicaron en el Barrio Obrero